Muchas son las sustancias que
pueden comerse la piel y la carne, algunas con más rapidez que otras. Algunas
sólo la queman, no la destruyen; otras la irritan; pero ninguna es buena para
la piel.
El peligro más grande es para los
ojos. Una gota puede arruinar la vista a menos que se lave en el acto. Algunos
podrán pensar que la expresión “comedores de la piel” es demasiado fuerte para
referirse a corrosivos, pero no creo que exista otra más apropiada. Estas
sustancias son útiles y se las necesita, pueden utilizarse si sé las maneja
correctamente. No hay ninguna razón para que produzcan lesiones.
Lo primero que debe conocerse es
la sustancia. ¿Cuáles son los peligros que ofrece? ¿Es muy corrosiva? ¿Corroe
con rapidez o lentamente? ¿Puede quemar la piel? ¿Se nota su efecto en la piel
o cuando es demasiado tarde?
Si hay que trabajar con líquidos
corrosivos, es necesario tener las respuestas a estas preguntas. Cuanto más se
conozca sobre el efecto de cada una, más fácil será manejarla. Es imposible
predecir todo lo que puede suceder, siempre pueden presentarse condiciones
inesperadas, pero si se sabe cómo actúa cada sustancia bajo condiciones
diferentes generalmente se podrán tomar las precauciones necesarias. En una
emergencia, como por ejemplo en el caso de incendio o de derrame del ácido,
este conocimiento puede significar la diferencia entre la vida y la muerte.
La mayoría de los líquidos
corrosivos son químicos, ya sean gaseosos o sólidos, disueltos en agua. Por
ejemplo, el amoníaco es el gas de amoníaco disuelto en agua.
Lo importante a saber sobre el
agua es que cuanto más caliente esté, menos gas retendrá. Esto significa que si
se calienta un líquido corrosivo que contiene gas, éste será liberado. Los
gases no deben respirarse, y algunos son muy malos. En algunos casos pueden
dañar los pulmones, y mucho, aún sin saberlo, y la víctima puede morir horas o
días más tarde. Es importante, por lo tanto, recordar que siempre que se
calienta un corrosivo, se está corriendo un riesgo.
Algunos líquidos corrosivos no
tienen que ser calentados para desprender gases; todo lo que se necesita es
derramarlos. La mayoría destruyen el metal, por lo tanto hay que almacenarlos
en botellas o en garrafas de vidrio.
Es importante identificar siempre
todas las sustancias corrosivas y ponerles las etiquetas correspondientes.
Al supervisor le corresponderá
instruir a los trabajadores sobre el manejo correcto de estas sustancias.
Si todos ustedes cooperan, siguen
las instrucciones, usan el equipo protector – anteojos, delantales, botas de
caucho, o el que sea necesario – y los resguardos correspondientes, podrán
trabajar con los corrosivos sin correr ningún riesgo.
Tomado
de la publicación del Consejo Interamericano de Seguridad
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