La verdad es que a nadie nos gusta
tener que vivir observando normas. Todos nos imaginamos que somos lo
suficientemente despiertos como para hacer lo que tenemos que hacer sin que
alguien nos tenga que indicar por anticipado los pasos a seguir. En la mayoría
de los casos esto es verdad. La gran mayoría de nosotros somos lo
suficientemente despiertos como para hacer bien las cosas; la mayor parte del
tiempo. Pero todos tenemos momentos durante los cuales hacemos las cosas mal y
algunas veces tan ridículas que un poco más tarde nos avergonzamos de haberlas
hecho.
Esto se aplica a todos. Algunas
veces parece que la mente se va de vacaciones y es entonces cuando nos
exponemos a tener problemas serios, a menos que hayan normas que nos indiquen
lo que debemos hacer. Por ejemplo, alguien puede que le guste tomarse un trago
o dos; pero sabe por experiencia que si toma más de dos, o tres cuando mucho,
empieza a provocar a la policía o insultar a sus mejores amigos, y al día
siguiente se levanta cansado y con un fuerte dolor de cabeza. Por lo tanto, la
única protección que tiene para ello es una norma autopreparada, no tomar más
de dos tragos. Todo lo que tiene que hacer es, al tomar dos tragos, acordarse
de la norma y seguirla (si tiene la fuerza de voluntad para hacerlo) ya que el
recuerdo de la norma está en su mente aun cuando esté desapareciendo su
capacidad para juzgar correctamente.
En cierta forma, una norma es
como un resguardo en una máquina. Todos sabemos que podemos operar cualquier
máquina sin resguardo y evitar lesiones, cuando estamos atentos, no estamos
cansados, no estamos preocupados y concentramos toda nuestra atención en lo que
estamos haciendo. Este es el motivo por el cual siempre debemos asegurarnos de
que el resguardo está en la máquina, ya que si tenemos que depender de la atención
que prestamos a nuestro trabajo, en algún momento nos distraeremos y perderemos
algunos dedos.
La norma cumple la misma función.
Es un resguardo que nos protege contra nuestros errores, como cuando nuestra
mente no está funcionando bien por algún problema que nos distrae o no tenemos
control sobre todo el proceso de la operación.
He aquí lo que he querido decir
con la frase o no tenemos control sobre todo el proceso de la operación.
Supongamos que una grúa o montacarga está levantando una carga. Si el operador
está bien despierto; si el equipo está en perfectas condiciones; si las cadenas
o cables o sogas han pasado la inspección y la carga está bien asegurada.
Podemos caminar bajo la carga con seguridad. Pero nunca sabemos si todas estas
cosas están en estas condiciones. Personalmente no podemos inspeccionar cada
soga o mirar en la mente del operador o saber cualquiera de las otras cosas que
tenemos que conocer. Por lo tanto, si no estamos seguros, lo mejor será
observar la norma que dice: “nunca habrá de pasarse bajo una carga que se está
levantando”
Nunca se deben dar más normas de
las que la experiencia ha demostrado que son necesarias. Cada norma es el
resultado de experiencias con accidentes. Las normas no indican en detalle los
pasos a seguir, pero indican los pasos que siempre deben observarse. Para que
una norma sea efectiva habrá que conocerla, y esto no quiere decir que alguna
vez sea leída o la escuchen y luego la olviden. La norma habrá de fijarse tan
bien en la mente como para que no se la pueda olvidar cuando estemos ocupados o
preocupados.
El motivo por el cual en todos
los lugares de trabajo debería haber letreros y carteles es para recordar
constantemente algo que no debemos olvidar. Esta es la razón por la cual los
supervisores repetimos las normas una y otra vez. Las normas deberán estar tan
arraigadas que no puedan ser borradas de la mente en un momento de distracción.
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